Sueño que hay un hombre frente al espejo. Tiene la noche en contra, una tormenta pendiente en la mirada, un ciclón en la memoria y una sonrisa parecida al desconcierto en los labios. El hombre se mira, se observa, se juzga. Le tiembla la ceja, le tiemblan las manos. Está prendido de su reflejo y en él busca respuestas, o quizá un consuelo, quizá aliento o algo. Sueño que hay un reloj que no detiene su marcha, un calendario que avanza, un plazo que habrá de cumplirse, una fecha fatal; un designio, un encargo. Sueño en una noche lejana, un recuerdo vago del cual es posible aferrarse; una plaza, un sendero mal iluminado y un termómetro que apenas pasa de cero. Sueño que hay un hombre y una mujer. Caminan juntos, van de la mano. Llevan los pies cansados, henchidos, palpitantes. La sangre que baja no retorna, o lo hace con esmero, con trabajo, por goteo. Las pantorrillas les estallan, los párpados les pesan, el frío les cala. Los músculos se van haciendo nudo y amenazan con parar, con no ir más, con desobedecer; con rebelarse a sus planes y declararse en la huelga que es, al fin y al cabo, todo calambre. Sueño que hay un predio, un terreno plano, inmenso, vacío. Tiene el pasto crecido, la luna a cuestas, el invierno sobre los hombros y una lluvia de estrellas entre los dedos. Sueño con la Plaza de París y la Puerta de Brandenburgo. Sueño que hay un avión con las alas rotas, con el cuerpo incompleto, abandonado, sumido en el desdén del tiempo y del olvido. Por el vano que antes era la puerta asoma un niño que hace gestos, salta y agita las manos. El niño habla, grita, algo dice pero no se le escucha. Y entonces se guarda, se aloja en la cabina e imagina que el avión es suyo y que algún día en él levantará el vuelo. Sueño que hay un perro persiguiendo una mariposa, una araña pendiendo de un hilo, una iguana contemplando las flores y un tigre contándose las rayas. Sueño que hay una pareja que fornica, que se entrega, que gime y revienta y de inmediato se olvida. Sueño que hay una espalda sin rostro, unos hombros estrechos y toda una constelación de lunares. Sueño con algo que está y que desaparece. No sé que es, no tuve tiempo de adivinarlo. Sueño que me abrazan mis hijas y que ya no son niñas y adivino que ellas encarnan el tiempo y sus prisas; y yo el tiempo y sus resistencias. Sueño con una ventana que asoma a ninguna parte. Sueño con Nueva York y Lisboa. Sueño con una banca que es sepulcro y otra que es cuna e incubadora. Sueño con una playa larga y pedregosa; con un mar que se aleja y que retorna con más fuerza. Sueño con una canción de fondo. Sueño con un violín y un contrabajo, y con los hombres que les dan vida y sueño que tocan para mí el Canon. Sueño que hay una escalera larga, elegante, con diecinueve escalones perfectamente alineados. Sueño que hay que bajar esa escalera y la bajo, pero no llego a donde me conduce. Y entonces me asalta la duda y la duda me despierta y la duda me arroja, me escupe violenta al funesto vacío que es el insomnio a mitad de la madrugada.
Sueño que estoy despierto. Y sueño que escribo afanoso en lo que da la hora que despunte el alba.
Me gustó mucho tu entrada, opino que la reflexión personal sobre nuestras decisiones o dudas que lleguemos a tener cada día de nuestra vida es importante, y esta analogía que nos presentas sire de guía para realizar esa reflexión. Muy bueno. Saludos.
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Tu vida en un sueño!.
Es bueno detenernos y reflexionar sobre diversas cosas a lo largo de nuestras vidas, me ha pasado mirarme al espejo
Y analizarme y juzgarme. Me gusto y mucho!!!
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Los sueños se hacen realidad?
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Ojalá todos pudiéramos soñar, muy bueno!!
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