Son las diez de la mañana en el aeropuerto de Entebbe, Uganda. Hace dos días que, según los registros, a esta misma hora debió aterrizar el avión que trae consigo, desde algún lugar de Europa, el primer cargamento de vacunas contra la rubeola y el sarampión de este 2020. Nyaring, la única agente aduanal en servicio y madre de dos niñas, lleva treinta y seis horas sin dormir. No pierde la esperanza de recibir el vuelo. Sus compañeros, resignados, se han ido a dormir desde la noche previa. En el fondo todos lo saben. El avión no llegará.
Son las siete de la mañana en Calumbo, a orillas del Río Cuanza. La población espera ansiosa la llegada de los médicos que cada año envía el gobierno angoleño como parte de la campaña anual de vacunación. Niños de todas las edades están formados con ramos de flores. Anhelan mostrar sus respetos a quienes año con año les ofrecen la posibilidad de una vida más saludable. La espera no solo será larga, sino infructuosa. Nadie les ha informado, pero no hay caravana que venga desde Luanda. La campaña, por causas de fuerza mayor, se ha suspendido.
Es de madrugada en Várzea de Palma, Minas Gerais. Antonio y Silvia no saben qué hacer para controlar el llanto del pequeño Favio, de tan solo año y medio. Tiene fiebre, tos seca, los ojos inflamados y recubiertos de mucosa. No pueden salir de casa. El hospital del pueblo está cerrado. Hace días que, sin más explicación, trasladaron a todos los médicos a Brasilia. Desesperados, llaman al pediatra. Es su última esperanza. Desde el teléfono, el médico les pide que revisen la boca del niño. Silvia lo hace. Su sorpresa es inmensa apenas descubre que está infestada de manchas blancas, a las que el doctor llama, sin atisbo de duda, como de Koplik.
Entretanto, en Ridgewood, Nueva Jersey; en Álvaro Obregón, Ciudad de México; en Idiofa, República del Congo; en Shalkar, Uzbekistán y en otros tantos sitios, varios infantes estallan en llanto, pues les sucede exactamente lo mismo que al pequeño Favio.
Mientras la humanidad sigue ocupada en el combate a la pandemia en curso; cifras recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), revelan que más de 100 millones de niños podrían estar en riesgo de contraer sarampión, debido a la falta en el suministro de vacunas, y a la consecuente suspensión de programas de vacunación, en cuando menos 24 países de todo el mundo. Lo anterior, valga la paradoja, es consecuencia directa de las acciones implementadas para combatir la epidemia originada por el Covid-19.
Por un lado, encontramos que los hospitales están copados y que un elevado porcentaje de los recursos disponibles (médicos, hospitalarios y tecnológicos) están centrados en la atención de los pacientes infectados por el coronavirus. Por el otro, tenemos las restricciones propias de la cuarentena y las consecuentes limitaciones en los traslados nacionales internacionales. Todo en su conjunto ha puesto en jaque, tanto a los sistemas de salud en cuanto a la puntual atención y prevención de otros padecimientos, como a las cadenas de suministro que hacen posible el flujo y disponibilidad, en este caso, de vacunas.
El problema, para quien lo dude, es serio. En los años recientes los brotes de sarampión en todo el mundo han incrementado sustancialmente. A la fecha, países como Brasil, Bangladesh, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Nigeria, Ucrania y Kazajstán presentan importantes brotes de esta infección. Otros países como Estados Unidos han incrementado la incidencia en comparación a los casos registrados en los tres años previos.
Pero el sarampión, temo decirles, es solo un componente del próximo reto. En el mismo espectro y en el mismo pronóstico se encuentran otras infecciones tales como polio, rubeola, malaria y hasta la influenza estacional.
La OMS está preocupada y no es para menos. Al momento que se implementan todas las acciones necesarias para reducir el número de contagios de Covid-19, se está abriendo la brecha para el resurgimiento de infecciones hoy consideradas prevenibles y hasta cierto punto controladas. Es para quitar el sueño. El equilibrio, ha quedado demostrado, es extremadamente frágil.
Fuentes de consulta:
Hoffman, Jan (2020). «Millions of Children Are at Risk for Measles as Coronavirus Fears Halt Vaccines«. New York Times, 29 de abril de 2020. Disponible en: https://www.nytimes.com/2020/04/13/health/coronavirus-measles-vaccines.html
World Health Organization (2020). «WHO Director-General’s opening remarks at the media briefing on COVID-19 – 27 April 2020«. Disponible en: https://www.who.int/dg/speeches/detail/who-director-general-s-opening-remarks-at-the-media-briefing-on-covid-19—27-april-2020
Nota: Los casos citados en los primeros párrafos son ficticios.